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En enero de 2021, con el curso escolar 2020-2021 ya avanzado, entró en vigor la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre (LOMLOE) por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006 de 3 de mayo de Educación (LOE).
La nueva LOE resultante de de las modificaciones aplicadas, tiene un enfoque renovado, orientado hacia la igualdad de género, el interés superior del menor, defensa de los derechos de la infancia, la mejora continua de los centros educativos, la personalización del aprendizaje, la competencia digital y el desarrollo sostenible.
La LOMLOE solamente consta de un artículo, pero hace más de cien modificaciones a la LOE y, además, se encuentra plagada de disposiciones adicionales, transitorias y finales, que complican el en entendimiento de qué normativa, previa a la modificación o posterior, aplicar en cada momento del tiempo.
Así, tanto equipos directivos, como el profesorado en general se enfrenta de nuevo a la complicada tarea de gestionar los centros educativos y redactar documentación tan importante como las programaciones didácticas en un entorno legislativo que aplica cambios progresivamente.
Este curso quiere dar respuesta a ese reto al que se enfrentan los docentes y opositores, clarificando el conjunto de modificaciones que establece esta nueva ley, definiendo el momento en el que debe aplicarse cada uno de ellos en cada etapa educativa, y estudiando detalladamente el texto final resultante de la LOE, que contiene todas las modificaciones vigentes aplicadas en la misma.
Tradicionalmente la sociedad ha sobrevalorado la inteligencia de las personas en detrimento de otras cualidades de los individuos. En la escuela, hasta finales del siglo XX, se han priorizado los aspectos intelectuales y académicos de los alumnos, convencidos de que los aspectos emocionales y sociales pertenecían al ámbito privado y eran completamente independientes. Sin embargo, varias investigaciones han demostrado que ser cognitivamente inteligente no es suficiente para garantizar el éxito académico, profesional y personal (Extremera & Fernández-Berrocal, 2001; Goleman, 1995). Actualmente las emociones juegan un nuevo papel cultural en la sociedad de hoy en día, lo que ha contribuido a que la investigación dentro del campo de la Inteligencia Emocional haya prosperado significativamente en los últimos quince años.
Como educadores, observamos en el quehacer educativo que los alumnos además de diferenciarse en su nivel académico, también difieren en sus habilidades emocionales. Estas habilidades influyen en forma decisiva en la adaptación psicológica del alumno en clase, en su socialización, en su bienestar emocional e incluso, en sus logros académicos y en su futuro laboral. Es así que, diversos estudios han demostrado que las carencias de habilidades en Inteligencia Emocional afectan a los estudiantes dentro y fuera del contexto escolar.
La educación centrada en el aprendizaje de contenidos, ignorando las dimensiones no académicas de los alumnos, particularmente las emociones, ha mostrado su agotamiento. Se requiere un cambio en este sentido, lo cual solo será posible en la medida que la sociedad revalore el papel de las emociones como elemento primario, fundamental y sustantivo del proceso de aprendizaje.
Debemos tener claro que no se aprende lo que no se quiere aprender, no se aprende aquello que no motiva, y si algo no motiva se debe a que no genera emociones positivas que impulsen a la acción en esa dirección. Esta es la clave de considerar a las emociones como parte del aprendizaje, por derecho propio, en una necesidad que va más allá del ámbito escolar.
Aunque la escuela se propugna como el lugar idóneo para la promoción de la Inteligencia Emocional (Goleman, 1995), es importante recordar que el aprendizaje de las habilidades emocionales empieza en casa y los niños entran en el sistema educativo con diferentes niveles emocionales. Por esta razón, el docente se enfrenta no solo a enseñar sino, en muchos casos, a transformar las capacidades emocionales o las deficiencias afectivas de sus alumnos.
Este reconocimiento de los aspectos emocionales como factores determinantes de la adaptación de los individuos a su entorno, ha contribuido al surgimiento de un interés renovado por el estudio de la influencia de la inteligencia emocional en el rendimiento académico.
La investigación científica ha demostrado que la autoconciencia, la confianza en uno mismo, la empatía y la gestión más adecuada de las emociones e impulsos perturbadores no solo mejoran la conducta del niño, sino que también inciden muy positivamente en su rendimiento académico. (Goleman, 2002).
Para Vallés & Vallés, 2000, los efectos específicos de la educación emocional conllevan resultados como:
El curso pretende la actualización científico-didáctica y metodológica del profesorado en aspectos relacionados con las Tecnologías de la Información y la Comunicación.
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) e Internet son cada vez más habituales e importantes en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Ante esta situación habría que introducir y utilizar frecuentemente esas herramientas en nuestras aulas, no sólo por sus posibilidades didácticas y sociales, sino porque constituyen una capacitación imprescindible en la educación de nuestro alumnado.
En el caso del portfolio digital, lo podemos definir como una colección de evidencias de diferentes procesos de aprendizaje: formación, experiencia laboral, vivencias e intereses personales. Este conjunto de procesos de aprendizaje nos aportan determinadas competencias simplemente por el hecho de haberlos vivido.
Al mismo tiempo, el portfolio, es un documento compuesto por otros documentos (escritos, imágenes, vídeos, etc. que pueden tener formato digital o no) con los que se demuestra nuestra experiencia profesional y personal.
En definitiva, un portfolio es un instrumento que tiene como objetivo la selección de muestras de trabajo o evidencias de consecución de objetivos personales o profesionales que, ordenados y presentados de un determinado modo, cumplen la función de potenciar la reflexión sobre cada una de las prácticas (educativas, profesionales o civiles) (Barberá, 2005).
Creemos que el objetivo prioritario de la formación es entenderla como un factor de mejora de la calidad de la enseñanza, al tiempo que elemento indispensable para el desarrollo personal y profesional del profesorado.
A lo largo de los años se ha considerado al aprendizaje como sinónimo de cambio de conducta, esto, porque dominó una perspectiva conductista de la labor educativa; sin embargo, se puede afirmar con certeza, que el aprendizaje humano va más allá de un simple cambio de conducta, debido a conducir a un cambio en el significado de la experiencia.3
La experiencia humana no solo contiene pensamiento, sino también afectividad y únicamente cuando se consideran en conjunto se capacita al individuo para enriquecer el significado de su experiencia.
Para comprender la labor educativa, es necesario, tener en consideración tres elementos del proceso educativo:
La teoría del aprendizaje significativo de Ausubel, ofrece en este sentido el marco apropiado para el desarrollo de la labor educativa, así como para el diseño de técnicas educacionales coherentes con tales principios, constituyéndose en un marco teórico que favorecerá dicho proceso.
Por ello, la presente actividad tiene como finalidad contribuir al mejor desempeño docente, ya que ello permitirá al profesorado desenvolverse al tono de los cambios dentro de las aulas, de manera que propicien en el alumnado aprendizajes realmente significativos y que promuevan la evolución de sus estructuras cognitivas.
La educación hoy en día requiere algo más que el mero aprendizaje de ciertos conocimientos curriculares.
La capacidad para responder a las complejas demandas del entorno, altamente cambiante, exigente y competitivo, hace que la adquisición de competencias como la emocional sean clave para un pleno desarrollo personal, social y profesional.
El mercado laboral exige competencias como el autoconocimiento, la regulación de las emociones propias, habilidades sociales como la escucha activa o la comunicación eficaz, la motivación y la empatía. Habilidades emocionales que junto con el desarrollo del bienestar psicológico y social y de ciertas habilidades cognitivas como la atención y la concentración, se engloban dentro de la práctica del desarrollo integral de la persona y cuyo aprendizaje están cobrando cada vez más relevancia dentro de ámbitos como el educativo, bajo la práctica de Mindfulness o atención o conciencia plena.
Problemas como el estrés y la ansiedad, que sufre actualmente la población en general y el profesorado y el alumnado en particular y sus consecuencias negativas inciden en el propio proceso de enseñanza-aprendizaje mermando de forma significativa la calidad de la enseñanza.
En este campo son cada vez más numerosos los estudios científicos que demuestran los beneficios derivados de la práctica regular de Mindfulness en la mejora de los síntomas físicos y psicológicos asociados a estos problemas y por tanto en la mejora de la salud física y mental, así como los cambios que se producen en las estructuras cerebrales, en las áreas cognitivas y emocionales.
En el contexto educativo diversas investigaciones han demostrado igualmente efectos beneficiosos tanto en el profesorado como en el alumnado, en la reducción del absentismo escolar y la conflictividad, mejorando el rendimiento académico de los alumnos y el clima en el aula.
Con el desarrollo de esta acción formativa se pretende introducir la práctica de Mindfulness adaptada al contexto educativo, dirigiéndonos a maestros y/o profesores, con el fin de que éstos adquieran herramientas que les que permitan aprender para posteriormente transmitir el cultivo de ciertas habilidades cognitivas, como la atención, la concentración y su autorregulación, habilidades emocionales, así como adquirir técnicas para relajarnos, desestresarnos, mejorar la calidad de nuestras vidas y en definitiva educar y aprender mejor. Estas habilidades o capacidades se desarrollan y perfeccionan mediante la práctica de sencillos ejercicios de autorregulación de la atención que se focalizan en la respiración, el cuerpo, las sensaciones, los propios pensamientos y emociones, así como en la realidad que nos rodea.
La atención es la primera fase para el conocimiento y por tanto para la conciencia.